I.
Él está recostado sobre su lado izquierdo y su cabeza descansa como una piedra sobre la almohada, causando arrugas y ondas que se forman hacia todas direcciones. Su cuerpo asciende silenciosamente debajo de las sábanas que cuelgan y se hunden a su alrededor. Su lado derecho se curva desde la punta de su cabeza, alrededor del contorno de su oído y contornea las hendiduras de su cuello; después baja sobre la punta de su hombro y el doblez de su brazo, para caer sobre su pecho. Esta recostado dándole la espalda en la cama, y la suavidad de su forma hecha de huesos y ligamentos, de articulaciones y músculos (la forma de su cuerpo) se esconde debajo de su cobija de piel cubierta por la tela que lo cobija a el.
Está recostado de cara al interior del cuarto, dándole la espalda, inconsciente de la ventana detrás de ella por donde los rayos del sol comienzan a acariciar lentamente su camino a través del techo, bailando sigilosamente hacia las esquinas de la recamara y extendiendo su alcance cada vez más.
Están recostados lado a lado, ninguno de los cuerpos toca al otro. La palma de una mano descansa sobre la superficie de la cama. El pliegue de un codo encara un torso. La pierna se dobla desde el hueco que se forma en la cadera; la pendiente de una rodilla. Ambos pechos se levantan casi sincopados, flotan y descienden con cada inhalación y exhalación. Cada aliento entra y sale, y entra de nuevo. Cada suave y sutil movimiento es tan lento y metódico como la erosión del suelo con el paso del tiempo, como los cambios y las transformaciones del planeta, de los continentes, de cualquier cuerpo de tierra.
Se quedan ahf, recostados en la lentitud del sueño, dos amantes en una cama, una composición de posibilidades y perspectivas. El de cara al cuarto, ella de cara a él, sus cuerpos son como dos cordilleras que suben y bajan suavemente frente al horizonte de la cama, dos cuerpos como las formaciones de tierra que nacen de intersecciones que se colisionan y que provocan colisiones de tiempo y espacio y geografía, daños colaterales del movimiento cotidiano de la Tierra alrededor del sol.
II.
Hay una diferencia en la vida de la montaña durante el día y durante la noche? Es la misma cordillera, la misma geografía penetrante, la misma interrupción de tiempo y espacio que se alza larga, quieta y ancha mientras la Tierra gira todos los días. La cordillera es una resolución, una aberración de la geografía, una fisiología de la formación forjada durante un billón de segundos y microsegundos de tiempo. Es una revuelta sigilosa de ajustes y dobleces, de curvas y crestas mudas que desafían a la gravedad.
La montaña no es solo una montaña. Es la cima de un contraste que emerge frente al telón de constelaciones y formaciones estelares extendidas a través del campo de oscuridad que es la noche. Es todos los ecosistemas que existen juntas en un cuidadoso equilibria de luz, elevación, flora y fauna sobre un fondo compuesto de luz del sol y de tierra y piedras apiladas y esparcidas en las agresiones silenciosas de las intersecciones naturales de cumbres y formaciones, las parábolas y curvas que existen en los contrastes y matices en media de la luz y la oscuridad. Es la respiración lenta y callada de dos amantes que existen lado a lado, erosionando discretamente con el giro del planeta en su transición de la noche al día.
III.
El alba extiende su velo sobre el mundo más allá de su cama, las nubes se apresuran a través de un cielo que va de grises, azules y rosas al dorado de un sol que se levanta, de un planeta en resolución. Las nubes y la tierra se mueven en direcciones contrarias. Nebulosas blancas se doblan sobre las mismas y sobre otras como olas de un océano, caen en cascada, sumergiéndose en un apuro para cruzar y eclipsar el cielo en la acelerada carrera de la noche a la mañana. Los dos amantes están recostados en la misma cama, la presencia de uno confirma la existencia del otro, los dos cuerpos lado a lado como sus propios planetas pequeños, sus propios pequeños universos de ecosistemas y preocupaciones; la única cosa que tienen en común es la atmósfera que comparten en el momenta exacto entre el sueño y la vigilia.
Los dos cuerpos están recostados en paralelo, compartiendo entre ellos una atmósfera, compartiendo una cama. El de cara al cuarto, ella de cara a el.Si ella abriera los ojos, verfa enfrente la topograffa de pecas que se mueven al delicado ritmo de la respiración, un paisaje que fluye y refluye como los mapas de piedras y árboles y mil pequeñas delicadezas formándose en la evaluación silenciosa que se extiende hacia arriba y hacia abajo, atravesando la longitud de la espalda.
Ella es uno de dos cuerpos, existiendo a través de la existencia del otro, dos perspectivas sobre la confianza en el otro, una relación vuelta obsoleta por la ausencia. El de cara al cuarto, ella de cara a él, dos formaciones de piedra y tierra y cuerpo que reposan a lo largo del horizonte de una cama, compartiendo espacio, atmósfera y existencia, antes de que la noche se haga dfa y sus universos individuales comienzan a llevar a cada uno por su propio camino.