Un Grano en el Ojo de la Montaña

Un grano en el ojo de la montaña
Daniela Libertad, Fabiola Menchelli & Leslie Moody Castro
Traducción del texto a inglés de Yolanda Fauvet
Fundación MARSO, 11/2019 – 01/2020, CDMX, México


Un grano en el ojo de la montaña
Daniela Libertad, Fabiola Menchelli & Leslie Moody Castro
Traducción del texto a inglés de Yolanda Fauvet
Fundación MARSO, 11/2019 – 01/2020, CDMX, México

I

El grano se asienta en la mano como un peso pequeño. Se dobla hacia adentro y arriba de sí mismo, se deja contener tanto como resiste que lo estructuren, cayendo entre los dedos que intentan acomodarlo. Se mece y se tuerce con los movimientos de la mano que lo guarda, se desborda y se derrama mientras avanza y reacciona. En seguida se compone y se descompone, se acerca y se aleja a la vez, así como la gravedad y el espacio se empujan y se jalan.

Los granos se sienten frescos al tacto. Contienen la humedad que actúa como un elemento que configura y cohesiona la masa y la densidad. Cada grano es inevitablemente minúsculo, su peso insignificante es único. ¿Pero cómo se define la insignificancia cuando el peso y la masa de un objeto singular son colectivamente cosechados y crean algo más grande de lo que la visión humana puede procesar?

La arena se alarga tan lejos como el horizonte le permite a uno ver. Es extensa en su claridad, una blancura escueta que reluce y refleja los corpulentos rayos del sol que caen sobre ella. Un cristalino horizonte azul flota ligeramente en el trasfondo, creando la ilusión de una línea perfecta que se curva y se hunde de acuerdo a las olas de las pequeñas dunas montañosas que suben y bajan, así como la acumulación se deja llevar por los afanes y los caprichos del viento.

 

II

Me paro en la orilla de un acantilado y velo el Mar del Norte. Mis ojos se esfuerzan para enfocar la vista en el horizonte. La atmósfera, densa y pesada, se extiende frente a mí y difumina la lucidez de la gravedad, causando una sensación de vértigo que se agrava por la falta de definición de la línea que divide mar y cielo.

Me dicen que estoy mirando el límite entre dos países. Que más allá en la distancia, allá en el horizonte que no distingue ni arriba ni abajo, una frontera divide el uno del otro. La única división que logro ver es la humedad que se acomoda como una cobija al levantarse del mar con la densidad y el peso del mismo mar, se asciende hacia los cielos como si la combinación de los dos fueran un ser compuesto de atmósfera y moléculas. Juntos producen una capa gruesa que se extiende más allá del alcance de la vista y desorienta los sentidos, volteando la tierra y el cielo de cabeza.

Aquí no existe la gravedad. La tierra se convierte en cielo, el cielo se convierte en mar y el horizonte en una línea desigual que se niega a ser definida.

 

III
Las marcas del grafito contrastan con la blancura de la página, sus arcos y rayos arman las letras de las consonantes y las vocales que configuran las palabras de una frase. La tensión rítmica de sonido insinuado llena el cerebro con tonos tácitos y forma una cacofonía callada de oraciones que se transforman en un párrafo. Guardar significa resguardar cuando las palabras se desbordan de la página y se caen en la que sigue, forjando y forzando una arquitectura de lenguaje, un dialecto de expresión.

La palabra es un grano, la oración una línea solitaria del horizonte y el párrafo una montaña que llega a la cima y luego baja. La existencia es la contradicción no reconocida del hecho de que lo microcósmico crea lo macrocósmico y los dos se reconstruyen y se rehacen.

IV
Estamos sentados juntos en la oscuridad, un acto ilógico a la comprensión de la profundidad de espacio. Nos permitimos perder la vista del horizonte, de nuevo eliminamos la gravedad. El paradigma de la oscuridad comienza a reflejar el paradigma de la observación. El horizonte se convierte en la oscuridad del mismo espacio, su trazo en una masa insolente y obstinada de ambigua tenebrosidad.

Nuestros ojos se empiezan a ajustar simultáneamente y la oscuridad ya no es la oscuridad sino una manera nueva de ver la luminosidad. Dos maneras de mirar y observar que no pueden existir uno sin el otro.

El grano de arena toma forma, se dobla y se pliega sobre sí. Crea las dunas que se edifican y se elevan, marcando el contraste de la línea que nuestros ojos traducen como la distinción de un horizonte, y a la distancia el grano se vuelve la montaña.